Diócesis de Matagalpa 09-03-2020 “En los momentos más difíciles de la vida y de la historia también necesitamos de la oración”. Reflexiones de monseñor Rolando Alvarez para la segunda semana de Cuaresma.
El Señor en la oración nos propone un proyecto, propone su designio de corazón, y en ese diálogo que es la oración el Señor nos permite llegar a un puerto seguro. Ciertamente Dios tiene la iniciativa de llamarnos a este diálogo, y más allá de imponernos sólo nos invita a comenzar esta relación de respeto, de amor.
En este ambiente ordinario que se trata de conversar con un amigo, Dios irá iluminando nuestra fe, va iluminando lucidez, recuerden que como lo hemos dicho en otra ocasiones para san Ignacio de Loyola la lucidez es tener claridad de lo que nos está sucediendo en nuestra vida, asimismo lucidez para el santo es conocer las causas, las razones. Aquí descubrimos la profundidad de la oración que nos lleva a tener la claridad en los horizontes, que nos abre los horizontes, que nos puede hacer prefigurar, prever, prevenir lo que sucederá luego.
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La oración que nos permite prever también nos proyecta el futuro y nos permite descubrir las repercusiones el día de mañana de lo que está pasando hoy, esto en la vida personal, social, en todos los ámbitos. Por eso la oración es un momento de Encarnación, así como Dios se hizo igual a nosotros menos en el pecado, en esa conversación y plática amorosa el Señor nos permite encarnar nuestra realidad, vivir nuestra realidad sólo que desde un ángulo, desde una óptica diferente a la que el mundo propone, en la óptica del Evangelio, es desde ahí que empezamos a penetrar en nuestras realidades, y cuando el orante penetra en esas realidades está viviendo el proceso de la transfiguración, volviéndose capaz de superar los inmediatismos, el orante va más allá, se convierte en un profeta, en un visionario desde el Evangelio.
¿Cuánto necesitamos de la oración? Más en los momentos más difíciles de la vida, en los momentos turbulentos de la historia y que vivimos todos como sociedad necesitamos recurrir a la oración, a estos baños de silencio. Cuando tenemos un problema en la casa, en el matrimonio y en la familia antes de recurrir a cualquier persona debemos recurrir a Jesús y él a través de esta lucidez, de estos momentos con Dios nos iluminará el camino correcto, por eso el orante tiene una garantía de fe, una certeza de fe, en ese momento en esa situación. Claro, también aquí recibimos una tentación, el demonio siempre está tentando, las tres tentaciones del domingo pasado son una especie de modelo de la actitud demoníaca, de como el demonio insiste, de ahí que también en la oración podemos tener una tentación y es la que tuvieron los apóstoles, alejarnos de la realidad, intimista, individualista y espiritualista que es diferente a lo espiritual, nuestra oración claro que es personal, espiritual, íntima pero no puede ser espiritualista, lastimosamente así se puede orar también sólo pensando en que bien me va a mí como orante, que bien me va en el matrimonio, en la familia en la casa o en el trabajo mientras el mundo sufre el dolor, los desprecios del olvido, de la explotación, de la intimidación… ¿Qué sucede con el resto del mundo? ¿dónde está el mundo que se descalabra? ¿Dónde están los demás que se descalabran? ¿Dónde está Nicaragua que se auto destruye?
A mi me preocupa la oración que tiene en cuenta sólo mi vida, sólo nuestra vida olvidándose de los demás, de los campesinos, de las mujeres que sufren el feminicidio, el machismo de algunos hombres, una oración que se olvida del dolor espiritual de una persona, del dolor físico; la oración que se olvida de los niños que andan en la calle siendo víctimas de la droga, la oración del que se siente sin voz, del que se siente excluido, la oración del que está en la montaña donde los medios de comunicación no llegan y los que estamos en la ciudad no sabemos que pasa. Ustedes piensan que esa es la oración propuesta por el Señor, una oración desencarnada de la realidad, que penetra su realidad, una oración que se olvida de la redención comunitaria, social, de la vida y no sólo humana sino social, porque todos los valores del reino y del Evangelio son para la vida social porque el cristianismo no es un código ético, es una propuesta de vida.
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“Señor que bueno sería quedarnos aquí”, dicen los tres apóstoles en el monte de la
Transfiguración. Aquí descubrimos una tentación para el orante, es tan fuerte el problema personal que me está agobiando que termino haciendo una oración individualista, desencarnada, alejada. El Señor en la oración se revela, se transfigura, es la luz que penetra en el orante pero todavía más aún en la comodidad de los apóstoles viene una voz de lo alto: “Este es mi hijo amado en quien pongo mis complacencias escúchenlo”. Es Dios que se manifiesta, es la misma revelación que Dios da a nosotros, es la misma palabra, levántense y no teman.
Siempre he dicho que los nicaragüenses corremos tres tentaciones del demonio: El odio, la desesperanza y el miedo. El Señor vuelve a decirnos “no tengan miedo, levanten su mirada”, vuelve a decirnos no se enfrasquen, no cedan en ningún momento al odio, levántense y no tengan miedo, ese levantarse que es aspirar a bienes de gran altura, la palabra que nos revela la voluntad de Dios, la fortaleza de Dios en la vida personal y para el pueblo, para su pueblo, por eso estamos seguro que si con Cristo morimos con él resucitamos, por eso estamos seguros que nosotros también seremos transfigurados y al ser partícipes de la Cruz de Cristo, de su crucifixión, pasión y muerte también seremos transfigurados. Hermanos y hermanas nunca pierdan la esperanza, Nicaragua será transfigurada.